William Jeferson Clinton, más conocido como Bill, fue el tercer presidente más joven de los Estados Unidos. Aunque ahora sigue estando de actualidad más por el papel de su mujer, Hillary, como Secretaria de Estado de Obama, Clinton ha concedido una entrevista a Fortune en la que, entre otras cosas, aborda su visión de liderazgo que le llegó a gestionar la Casa Blanca con más de un 75% de aprobación, la cifra más alta desde la Segunda Guerra Mundial.
El expresidente afirma que el liderazgo para él es “saber unir a la gente en la búsqueda de una causa común, desarrollar un plan para lograrlo y adherirse a él hasta alcanzar el objetivo”. Para ello es “útil ser capaz de articular claramente una visión de hacia dónde quieres ir, desarrollar una estrategia realista para llegar allí, y atraer a personas comprometidas, con talento y con una amplia variedad de conocimientos, perspectivas y habilidades para hacer lo que deba hacerse”, asegura Clinton.
Sobre los atributos que comparten los líderes, cree que el esencial es la perseverancia, pero no es el único: “La perseverancia en la búsqueda de un objetivo, la flexibilidad para determinar la mejor manera de lograrlo, el valor de tomar una decisión difícil, y la confianza para mantenerla y explicarla. Además, el sentido común para escuchar a los demás y hacer que participen. Y también la fortaleza para aceptar cuando te equivocas o cuando una determinada política no está funcionando”.
Preguntado sobre como aprendió a ser un líder, cita en primer lugar la condición humana y la humildad para escuchar atentamente a los demás, desde que era un niño en referencia a los adultos de su familia. “Así aprendí que la mayoría de las heridas más grandes de la vida son auto-infligidas, que intentar y fallar es mucho mejor que no intentarlo en absoluto, que todo el mundo comete errores, pero la mayoría de las personas son básicamente buenas”.
Por último, Clinton cita a las personas que considera grandes líderes: Nelson Mandela, que le enseñó que no se puede ser un gran líder si te motivan el resentimiento y el odio; Isaac Rabin que le demostró que no es necesario hacer las paces con los amigos de verdad; Helmut Kohl por su admiración de cómo supervisó la reunificación de Alemania, la Unión Europea y la creación de la zona euro; o Aung San Suu Kyi, por como ayudó a que su país se abriera al mundo e inspiró a las mujeres y niñas de todas las latitudes.
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