Mitos Milenial.

Mitos Milenial.

Oigo a mi alrededor muchos comentarios sobre la nueva generación milenial, sobre sus valores, sus pautas de comportamiento y demás psicografías que los describen. Aunque varía mucho según los diferentes autores el intervalo de nacimiento de esta generación se les puede incluir entre los años 1982 y 2004, siempre conscientes de la elasticidad de este intervalo.Y aunque me parece realmente apropiado comenzar a pensar los cambios generacionales y su impacto en el empleo y en las organizaciones, sí que me gustaría comentar algunos aspectos que muchas veces nos olvidamos, y creo no deberíamos hacerlo:

No son marcianos, son nuestro relevo generacional, “nuestros”. A veces hablamos de la generación milenial como una generación llena de bichos raros. Se ven descripciones sobre ellos que los tratan como un ente lejano y muy diferente de nosotros, y aunque muchas de sus características si lo son, quien normalmente intenta comprenderlos es padre o familiar de ellos, es decir, son fruto de nosotros y del nuevo entorno. Al final es un aprendizaje de vida, no solo organizativo. Son nuestra evolución, frutos de nuestros deseos y nuestras contradicciones.

 

Adaptación a las circunstancias. Se les llama también la generación bumerán (boomerang), por su clara tendencia a retrasar la salida de la casa familiar. La autora de “The Crowded Nest Syndrome” (algo así como el Síndrome del Nido Lleno, término en contraposición al famoso Síndrome del nido vacío en referencia a cuando los jóvenes se van de casa y los adultos tienen que rellenar ese gran espacio en sus vidas que queda y no saben muy bien cómo). Kathleen Shaputis, la autora de este libro, se pregunta quién dejó la puerta sin cerrar en tono cómico refiriéndose al retorno o no salida de los nuevos jóvenes del nido familiar. En realidad, no deja de ser un comportamiento adaptativo para seguir manteniendo el concepto que se les vendió de bienestar y no perderlo por la crisis ni por las incongruencias e incoherencias de nuestra sociedad actual que tanto les están afectando.

 

Un mito a destronar. También se les ha vinculado con el síndrome de Peter Pan, un término del psicólogo Dan Kiley (1983) que habla de la tendencia del sujeto a negar el paso del tiempo y asumir el rol de adulto. Esto se ve claramente reflejado en su libro “The Peter Pan Syndrome: men who have never grown up”. Sin embargo, conviene matizar que dicho síndrome no está incluido en las versiones del DSM como patología. Aparte que conlleva toda una serie de rasgos neuróticos asociados difícilmente asociables a una generación y sí a un determinado tipo de comportamientos que podemos encontrar en cualquier generación. Esta es la parte que creo más se ha publicado y que menos tiene que ver con ellos, se les ha llamado perezosos, narcisistas, inmaduros y un sinfín más de calificativos no precisamente muy agradables. Alguien se ve cogió el Síndrome de Peter Pan en serio y los etiquetó, olvidándose de ser riguroso reflejando en el fondo la falta de aceptación de la diversidad, un aspecto que quizás deberíamos aprender y asumir mejor otras generaciones.

 

Valores y perfil con mucho valor. Se dice de ellos que son muy sociales, sobre todo a nivel de redes (90%), son multipantalla y multidispositivo y han crecido con unos valores muy diferentes a los de las anteriores generaciones. De hecho, son fruto de nuestra educación, de cómo desde las anteriores generaciones pensamos sobre cómo deberían ser las personas, y el resultado lo tenemos ya no solo en valores sino en comportamientos. Y eso es una gran noticia. Es una evolución en educación y en mejora a todos los niveles. No hace falta mucho para poder verlo y valorarlo.

Nuevos valores en la empresa, ¡por fin! A nivel organizativo, las anteriores generaciones recibieron mensajes muy claros de la importancia del trabajo en la vida. De la necesidad del sacrificio constante y muchas veces por encima de la propia vida familiar o personal. Esta tradición vinculada a la ética protestante entendía que los países mediterráneos teníamos un concepto más laxo del trabajo. Y eso ha hecho que el trabajo fuera un eje central en las anteriores generaciones. La generación milenial ha sido testigo de los efectos devastadores de esta visión del trabajo como único centro en la vida como es el caso de la ruptura familiar y social, el excesivo número de profesionales en hospitales o defunciones como causa del agotamiento en el trabajo, o las crisis existenciales provocadas por el “darse cuenta” de una realidad ya no creíble. Les vendimos que intentaran trabajar en lo que ellos quisieran, en sus deseos e ilusiones, y lo hicimos con todo nuestro corazón y buena intención, pero nos olvidamos del mercado, del duro golpe de decir esto y no ofrecer empleo donde probar y coger experiencia. Ellos defienden puestos donde puedan disfrutar y aprender, donde puedan desarrollarse personal y profesionalmente por encima de todo, eso sí en un mercado no muy amistoso. Ellos tienen los valores más claros y eso les hará encontrar sus oportunidades, tarde o temprano, pero con sus valores.

Con los profesionales de otras generaciones tenemos que trabajar la rueda de la vida en procesos de coaching para que puedan volver a comprender la necesidad de tener una vida en equilibrio: amigos, familia, salud, ocio y trabajo, entre otros. Ellos ya lo tienen aprendido, pues viene de serie.

También tenemos que recordar a muchos profesionales con cursos y formaciones cómo no perder nuestra autenticidad y recuperara “nuestro niño interior”, niño espontaneo, directo y sincero que reside en nosotros. Pues si lo recuperamos ganaremos en credibilidad en nuestra comunicación verbal y no verbal. Ellos no necesitan aprenderlo, les viene de serie.

El mensaje es muy claro, aprendamos de su diversidad, son fruto de nosotros, y han evolucionado observándonos a nosotros, nuestras virtudes y defectos, las mismas que tendrán ellos en su momento y serán revisadas por su siguiente generación. Pero toda generación mejora, no lo pongamos en duda. Ponerlo en duda, es admitir nuestra falta de respeto a la diversidad. Y sobre todo, el saber reconocer nuestras propias contradicciones.

Via RRHH Magazine

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