Cualquier deseo de reinvención, cambio o transformación real de la vida laboral resulta imposible hoy sin un juego de nuevas capacidades que respondan a las exigencias de un mercado de trabajo que cambia casi cada día. Tu identidad como empleado, como trabajador independiente o como emprendedor lleva asociados algunos ‘apellidos profesionales’ que te ayudan a triunfar.
Crear el propio empleo, redefinir la carrera profesional… Entrar en acción de esta forma y transformar nuestra vida laboral resulta hoy imposible sin haber desarrollado un nuevo juego de habilidades y sin una estrategia a largo plazo, que implica la posibilidad de adelantarnos a los cambios en un entorno laboral en el que el trabajo para siempre se acabó.
Nuestros conocimientos y habilidades profesionales caducan, y cada vez resulta más difícil reconocer y anticipar las transformaciones en la economía y en el mercado de trabajo.
La habilidad y flexibilidad para adaptarse a las nuevas circunstancias inesperadas es determinante en un mercado laboral que cambia de forma vertiginosa y que incluso sugiere que deberíamos pensar en iniciar nuestra actividad en un sector diferente.
Las empresas demandan capacidad para moverse en entornos globales, habilidad para mantener su estado de ánimo y permanecer estable ante los cambios, agilidad mental, habilidades tecnológicas, perfiles que puedan innovar y que conviertan una dificultad en reto o posibilidad.
La especialización es otro valor para los profesionales del futuro: se aprecian cada vez más los perfiles que conocen en profundidad algo concreto y que aportan valor muy rápido.
Crear nuestra propia estabilidad laboral ya no pasa por mantener el mismo trabajo en el mismo sector. La tendencia es crearla gracias a nuevas capacidades profesionales que te harán triunfar en el mercado de trabajo del futuro:
1. Creadores de empleo que buscan la felicidad laboral
Ser un happyshifter supone evitar la resignación de pasar ocho horas diarias (o más) en un empleo que no aporta nada. Los happyshifter deciden transformar sus empresas y el mercado laboral. La novedad es cambiar la queja por la acción y la pasividad del amargado por el emprendimiento, ya sea interno o convirtiéndose en su propio jefe.
Los happyshifters no tienen miedo a escuchar a su conciencia, y se plantean lo que quieren ser y hacer el resto de su vida. Necesitan sentir que lo que hacen tiene sentido y no son de los que se refugian en su compañía o no se mueven, pase lo que pase. Suelen ver oportunidades y son proactivos allá donde se puede detectar alguna posibilidad de empleo; están abiertos a reciclarse y a formarse para cuando llegue esa oportunidad; fomentan su empleabilidad y tienen la mente abierta para cambiar de un sector de actividad a otro, para aprender otra profesión, incluso para estar dispuestos a mudarse de ciudad si es necesario.
Debes fabricar tu propia marca y tu empleabilidad –pensar como un proveedor de servicios– en un entorno en el que los modelos imperantes y las profesiones que antes servían ahora languidecen.
Si en una situación en la que no hay empleos un profesional sigue teniendo mentalidad de asalariado, cuando se queda en paro acabará desesperándose y se dejará llevar hasta que se solucione la situación. Pero si su mentalidad es la de profesional que vende sus servicios, su planteamiento será muy diferente.
No te limites, pero recuerda que no debes empeñarte nunca en hacer aquello para lo que no estás dotado. Tendrás que adaptarte a las nuevas fórmulas de trabajo, porque el hecho de que la relación con el empleador ya no sea de por vida implica la llegada de otros modelos de compromiso, de carrera empresarial, de contrato y, por supuesto, de fórmulas de trabajo.
Hay que hablar también del espíritu imprendedor, que es el de aquellos que miran a su alrededor y, si no encuentran las condiciones adecuadas, las crean. Estos son los ganadores del mañana, y tomar las riendas será una de las habilidades ideales para el futuro.
2. Adaptados a las nuevas fórmulas de empleo.
Si el mercado laboral pide nuevas capacidades profesionales a los candidatos, y exige fórmulas de búsqueda de trabajo diferentes, las ofertas de empleo «de toda la vida» también tienen que sufrir un cambio radical.
Triunfarán aquellos que se adapten al hecho de que cada vez más descripciones que hacen referencia a los puestos que se buscan en los anuncios clasificados resultan ineficaces. Muchas de ellas tienen muy poco que ver con las nuevas capacidades y habilidades que exigen las empresas.
Los nuevos tipos de ofertas no suelen referirse a habilidades técnicas sino a formas de vivir y de sentir el trabajo. Un número creciente de reclutadores reconocen que estas ofertas «originales» ahorran esfuerzos en la selección y sirven como filtro, porque quien no se sienta aludido queda prácticamente autodescartado. Además, las compañías recurren ya a requisitos difíciles de demostrar frente a la simple cualificación académica o a las aptitudes profesionales típicas.
3. Una nueva identidad laboral visible y permanente.
Incluso para aquellos que están desempleados resulta positivo y bien visto a los ojos de los posibles empleadores el no tener vergüenza en reconocer que se está en un periodo de cambio entre dos trabajos. No eres un parado sino un profesional en transición, y eso supone un estatus diferente; una identidad peculiar que debes mantener y cultivar; y una dedicación específica. La identidad que has construido y la actividad que desarrollas mientras mantienes un empleo no se puede detener cuando llega el paro. Debes tener en cuenta que el mismo escaparate de las redes sociales y profesionales que te aportan un valor añadido y una marca personal y profesional, se convierte en una ventana indiscreta que habla de lo que eres y sabes. Resulta casi imposible cerrarla, porque a nuestros perfiles en esas redes acuden cada vez más empresas para buscar candidatos y comprobar todo tipo de información sobre nosotros.
La tendencia es que nuestra actividad quede ligada a diferentes proyectos, y así tendremos que acostumbrarnos a ese escaparate y a ir saltando de puesto en puesto.
Tenemos varias identidades profesionales y no debemos aferrarnos a una única, porque cualquiera puede cambiar su carrera, y hoy se debe reconocer la necesidad de ser muy flexible. Algunas cuestiones como la ubicación geográfica o la disposición a movernos tienen que ver con esto.
4. Generadores de valor y eficacia.
Aunque ciertas organizaciones y determinados entornos laborales permiten a algunos profesionales y directivos una existencia laboral improductiva, presentista y basada en la multitarea absurda que apenas aporta, la eficacia y la productividad es otro de los apellidos profesionales que aumentarán tu valor.
Deja de preocuparte por buscar soluciones al hecho de que eres prescindible. Ocúpate en la manera de afrontarlo, reinventándote y añadiendo valor, pero sin creerte insustituible.
Ten en cuenta que el futuro es de aquellos que superan el engaño que provoca la confusión entre estar y hacer; entre la mera presencia y la productividad real.
5. Concienciados con la convivencia entre generaciones en las empresas.
La generación de los que no se jubilan crece en las empresas. Quizá porque no pueden, o porque no quieren, los que antes se iban a los 65 años prolongan su carrera y complican las nuevas relaciones entre empleados y empleadores planteando nuevos retos de integración a las compañías.
Las organizaciones sabrán apreciar a todos los que entiendan y den soluciones a la creciente convivencia entre generaciones en las compañías.
Son profesionales que evitan la creación de tribus, grupos de interés y diferencias intergeneracionales; concienciados sobre la importancia del talento de mayor edad, con un cambio de modelo desde un culto excesivo a lo joven que lleve a la consideración de las personas de más edad y su vinculación con el mercado laboral; convencidos de que tener un jefe más joven tiene que ver con el cambio incipiente en el que cada vez tienen menos peso los modelos organizativos que siguen sólo la máxima de que «la experiencia es un grado» y que otorgan mayor protagonismo a las capacidades y habilidades de la persona.
6. Apertuar de miras y relevancia global.
Cada vez más se valora una alta capacidad relacional a todos los niveles. Es una apertura de miras y cultural desde el principio que incluye también una faceta internacional relevante, por lo que habrá que aprender a manejarse en diferentes culturas en sentido amplio (corporativas, sociales y políticas).
Más que dominar un idioma más allá del propio, lo que se valora realmente es la capacidad para moverse con el mismo impacto en una cultura ajena. Ser eficaces en diferentes culturas.
7. Mostrar en vez de contar.
Es bueno hacer networking y también lo es comunicar lo que uno hace. Esta capacidad también interesa a las empresas porque facilita su promoción. Se demandan profesionales que tengan muy claro que la construcción de su marca personal sólida no tiene que ver con decir a la gente lo bueno que uno es, sino que está relacionado con mostrar a los demás lo grande que es uno. La expresión show don’t tell (muestra en vez de contar) es la clave.
Saber venderse es saber moverse por una empresa para conseguir lo que uno quiere, e implica influir.
8. El impacto definitivo de la ‘Generación C’.
Los hiperconectados tienen una influencia en las organizaciones que algunos expertos consideran comparable a la que produjo la Revolución Industrial. Esto provoca cambios definitivos en la relación entre los empleados y las empresas.
Los hiperconectados reclaman una compensación por la accesibilidad las 24 horas, y en términos de dedicación el propio empleado debería poder elegir en el ámbito externo al trabajo. No es lógico pensar que la gente responda siempre positivamente al always on, y esto lleva además a que la línea entre la vida personal y la profesional quede casi completamente difuminada.
La adaptación de las organizaciones a estos nuevos empleados accesibles las 24 horas implica que no sea suficiente planificar para los trimestres que vienen, ni siquiera para los próximos años.
Vía:Expansión.com
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