Los líderes mediocres siempre presuponen mala intención. Todos son sospechosos, y cuando algo va mal se afanan a descubrir el culpable y reprenderle públicamente o penalizarle. Por lo contrario, los buenos gerentes se toman su tiempo para reflexionar y se centran en pensar soluciones: «Ah! ¿De manera que el cliente estaba enojado? ¿Qué podemos aprender de eso? ¿Qué podemos cambiar en nuestro proceso o nuestra comunicación para mejorarlo? » En estos casos, la mentalidad es constructiva y abierta al cambio y la mejora.
Cuando un miembro de su equipo le propone una idea, el buen líder sabe que su principal cometido es despejar los obstáculos, no ponerlos. Nunca dicen «No se corresponde con nuestra política.» En su lugar, dicen «No hay una política que se interponga en nuestro camino. Déjame consultarlo con algunas personas y ver cómo podemos hacer que funcione».Por su lado, los malos gestores no quieren trabajar tan duro por las ideas ajenas. Dicen «¿por qué te molestas? Eso nunca lo aceptarán, se sale de nuestra política» y aconsejan al empleado a centrarse en sus tareas diarias.
Su pensamiento siempre está en el equipo, la empresa y su gestión. Los responsables mediocres, en cambio, pierden el tiempo en cosas pequeñas y evitan afrontar los grandes proyectos u objetivos.Invierten más tiempo enviando correos electrónicos a sus compañeros de equipo recriminando la impuntualidad o reclamando informes, que no en su propio trabajo de gestión. Tampoco valoran las horas extra de sus empleados, simplemente quieren resultados, sin ver más allá.
Los malos gerentes no confían en sí mismos y por lo tanto, tampoco en los miembros del equipo. Están en constante alerta por si alguien se equivoca y en cuanto sucede, no tardan en recriminarlo. En cambio, un buen líder es aquél que muestra seguridad en sí mismo y en sus equipos y por eso es capaz de delegar proyectos y tareas importantes.
Cuando algo se tuerce, un buen líder reconoce sus errores mientras los malos administradores callan. Tienen miedo a ser la nota discordante y a ser juzgados. En otras palabras, no saben qué es el liderazgo: todo lo que saben es la gestión de la vieja escuela, basado en el «ordeno y mando». Ninguna empresa puede tener éxito sin una visión compartida por todos los miembros del equipo, una comunicación bidireccional entre responsables y empleados y unliderazgo basado en la confianza y empatía con los demás.
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