Obcecarse en responder cuanto antes a los correos electrónicos y llamadas de la propia compañía perjudica la productividad, genera ansiedad y evita que el empleado se focalice en tareas más relevantes.
Un nuevo término está tomando forma para describir el estrés único que produce el trabajo en el siglo XXI: los investigadores han acuñado telepresión, para describir nuestras ansias de responder inmediatamente a correos electrónicos. La definición también incluye a aquellos que se encuentran a sí mismos pensando repetidamente que deben contestar una nota para un colega o redactar un mensaje de respuesta para el jefe.
«Uno batalla con abandonar cognitivamente las cosas», apunta Larissa K. Barber, profesora auxiliar de psicología de la Universidad del Norte de Illinois. Junto con un colega, Barber publicó recientemente un estudio que vincula la preocupación acerca de las comunicaciones del trabajo –también puede ocurrir con mensajes de texto– con el agotamiento. Los trabajadores que mostraron mayor nivel de telepresión eran más propensos a estar de acuerdo con afirmaciones como «no tengo energía para ir a trabajar en la mañana», y «siento que mis baterías están muertas». Además de sentirse fatigados, también tendían a estar menos concentrados y a ser incapaces de pensar con claridad.
Obsesión compulsiva
El estudio analiza datos procedentes de 303 personas que revelaron la frecuencia con la que responden correos electrónicos entre semana, los fines de semana, días de vacaciones y aquellos que están ausentes por enfermedad.
Los investigadores también pidieron a los participantes que abrieran los mensajes más recientes que habían enviado en respuesta a emails entrantes; éstos informaron a los investigadores a qué hora fueron recibidos los mensajes y en qué momento los habían respondido.
Los empleados obsesionados con responder correos electrónicos tenían una menor calidad de sueño y eran más propensos a faltar al trabajo por motivos de salud, según el estudio publicado por la revista académica Journal of Occupational Health Psychology.
Barber afirma que el empeño por contestar también podría estar perjudicando la productividad de los empleados. En lugar de sumergirse en tareas de mayor magnitud, terminan enfocados en aparentar que están trabajando.
Gestión del tiempo
El informe no halló un vínculo estrecho entre la telepresión y la personalidad de un empleado; en cambio, las normas del trabajo parecen predecir la situación. En algunas organizaciones, los trabajadores «están recibiendo pistas implícitas y explícitas de que esto es lo que debería estar haciendo uno para ser un buen empleado. Esto podría ser algo a lo que los empleados sucumben porque están nerviosos sobre su posición social en el sitio de trabajo», explica Barber.
En su opinión, puede ser útil establecer políticas en el ámbito empresarial o en el grupo de trabajo. Los jefes deberían fijar expectativas claras sobre tiempos de respuesta: por ejemplo, que los empleados deberían responder dentro de ocho horas a un mensaje recibido durante la jornada laboral, y en 48 horas al que les llegue el fin de semana. Los grupos de trabajo también pueden motivar a los trabajadores a repasar su correo electrónico durante periodos establecidos durante el día, reservando las demás horas para realizar trabajo ininterrumpido.
En lugar de solicitar información lo antes posible, los gerentes deberían determinar una fecha de entrega exacta en sus solicitudes. Y si un gerente envía un email no urgente a la una de la madrugada, tendría que explicar que no espera que el destinatario responda de inmediato.
Si las organizaciones no empiezan a realizar cambios, podrían enfrentarse a costes como menores niveles de retención y de calidad de trabajo, o incluso mayor gasto médico. «Que los trabajadores estén continuamente conectados suena como una idea estupenda, pero tendrá que lidiar con las consecuencias», concluye Barber.
Via:Expansión.com
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